A los llamados oligarcas se les descubre otro fraude

Esta vez el escenario se llama Banco del Progreso
 

Se ha querido montar otra tan gran comedia, como trágica mentira, y se ha logrado recrear un sainete de mal gusto que podría tener tantas sorpresas como consecuencias imprevisibles.
Todo empieza cuando ya Rafael Hipólito Mejía fuera del Poder, soplan los vientos de los otros intereses a que sirven los nuevos inquilinos del Palacio.
Y los principales socios de un banco, a cuya cabeza se encontraba un hermano del marido de Carolina Mejía, ideal figura para una ofrenda en que una cabeza destacada ruede por el suelo para tratar de calmar así la ira de los dioses, a los que el Banco del Progreso no hiciera las ofrendas que los complacieran, puesto que no eran entonces devotos de esos dioses, y los que desde ahí entonaban los himnos, las hosannas y otros cánticos litúrgicos del repertorio del dios Mercurio, preferían a aquéllos y no a éstos.

Hasta ahí el ex-Presidente del Banco del Progreso era el delfín del Consejo de Directores. Y es entonces cuando quieren y descubren que, después de todo, hay un hoyo en el banco, que es como se denomina graciosamente cuando la estafa la efectúan los funcionarios bancarios y la víctima es el conjunto de depositantes y ahorrantes.

Que el hoyo es de 14 mil millones, dicen.

Que Pedro Castillo Lefeld es quien, con manos prodigiosas, ha desaparecido todos esos millones, sin que esos socios del Consejo de Directores del Banco del Progreso, que son la crema y nata de la más rancia oligarquía del patio, se dieran cuenta. Ellos quieren que les crean el cuento, que tiene, por cierto, una gran similitud con el de Caperucita Roja o el de Juan Bobo y Pedro Animal, con que de antaño nos dormían nuestras abuelitas.

Ha dicho en cambio, Pedro Castillo Lefeld, que nada de eso es verdad, que la verdad es que esos socios fueron los que, aplicando lo que es tradición en los bancos dominicanos, tomaron esos 14 mil millones de pesos y se los invirtieron en sus otros respectivos negocios o empresas particulares suyas, esperando que el Banco Central les permitiera ciertos manejos que la actual crisis no hace posible, como aconteció por más de una década con Baninter y Ramón Buenaventura Báez Figueroa, Bancrédito y Arturo Pellerano Peña, o con el Mercantil y Aybar Sánchez, que en años y años, en su labor fraudulenta y de estafa, como topos, han dejado un hoyo por cerca de 100 mil millones de pesos entre los tres.
Y es entonces cuando el Consejo de Directores del Banco del Progreso decide aplicar la famosa lógica de las parteras malas, que como ustedes saben siempre culpan al del ojo que no ve. Pedrito Castillo Lefeld, el delfín de la oligarquía, pasa a ser el chivo expiatorio. Pero éste no tiene madera de mártir y riposta, mas, hablándose de que detrás del sainete está Hazoury, que le asestó el jaque mate a Ramoncito Báez con lo de la Zona Franca y otros pingües negocios, y que es a quien responde el ambicioso Fiscal del Distrito, Hernández Peguero, lo que también se afirma del Presidente de la Suprema, Jorge Subero Isa, a Pedro Castillo Lefeld parece que le aguarda lo peor.

La sombra de Hazoury y el enclave o emporio Cap Cana, que aterroriza con sólo escribir el nombre, que la suspicacia promueve que se le tenga como el cerebro diabólico, adquiere carácter de posibilidad real cuando, en un periódico digital que recientemente ese zar de la economía, la Judicatura, el turismo, la Zona Franca, de Unibe, la construcción, etc., adquiriera por una suma muy elevada, por encima del precio real de ese periódico de internet, lo que hace creer que se compró eso y más, se proyectó la imagen de Pedro Castillo Lefeld en una forma poco usual, como idéntico a un vikingo, a un sargento de las hordas de Atila, o de Gengis Kan, como Erick el Rojo o el emperador Federico el Terrible.
Aquél ha afirmado que esos socios del Consejo de Directores se decidieron por arrancarle la cabeza cuando se dieron cuenta de que su única alternativa era meterse las manos en los bolsillos, entiéndase recurrir a sus grandes capitales, y reponer los 14 mil millones, teniendo cada uno que cantearse con 2 mil, unos más, otros menos, para no encarar los tribunales, y salir dándoselas de una singular especie de Robin Hood, un poco desentonado.

Marx, en su prosa explosiva, como el Chimborazo, expresa su genial conclusión de que el capital viene al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros de su cuerpo de la cabeza a los pies… el capitalista, por un 1% de ganancia no hay infamia que le detenga, y por un 10% más de esa ganancia, se expone él, junto con toda su familia, al cadalso.
¡Viva Marx, abajo los lacayos genuflexos y lambones!

 

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