ANDRES L. MATEO

El que tiene hecha tiene sospecha

Cuando un profesor universitario le ofreció a Andrés L. Mateo el volumen I de "¿Qué es la Biblia?", éste, antes de percatarse de lo que se trataba, interpeló a su colega preguntándole: "¿Dicen algo de mí ahí?". Resulta chocante que un personaje tenido y publicado por toda la prensa comercial como un intelectual de talla le salga a alguien con formas tan chocantemente individualistas propias de habitantes de las cavernas, dando así testimonio de ser exponente de un afán egocéntrico fuera de lo común, aun dentro de ambientes de profundas raíces personalistas.

Indudablemente que ese renegado oportunista revisionista del cementerio que fue el p"c"d, exponente de un enfermizo individualismo decadente propio, en efecto, a los especímenes de su naturaleza, es un testimonio andante de que el que la tiene hecha tiene sospecha, así como de que esa aberración individualista incorregible es hoy más descarada, pero igual que en el ayer, cuando se autotitulaban "socialistas" y "comunistas", era ese mismo individualismo la real fuente del revisionismo prosoviético de nítido carácter burgués y socialimperialista.

"No, no", le respondió el otro profesor, agregando "de lo que se trata es de esta edición que hemos hecho del libro de Holbach sobre la Biblia y Moisés, que queremos que tú leas, con una introducción elaborada con fines de explicar lo irrazonable que resulta colocar la biblia como lectura obligada en la educación pública, tal y como pretende el Proyecto de Ley que cursa en el Congreso. Además -proseguía el profesor colega suyo- ponemos de relieve la farsa gubernamental respecto a la modernización del Estado que supuestamente se efectúa, a través de la mencionada comisión oficial, pero atada por el mandato expreso de no tocar el Concordato, que oficializa para el Estado una creencia religiosa, un dios y que establece al Vaticano, Estado creado por Mussolini, como un modelo de Estado internacional producto de la "divina voluntad de dios".

"¡Oh!", dijo Andrés L. Mateo, "pero si no dice nada de mí, no quiero lo que me ofrece, pues a Holbach ya lo leí". El otro profesor se percató ipso facto de que estas son ni más ni menos las mismas palabras características de los siquitrillados fanáticos religiosos, quienes responden ante similar ofrecimiento: "Yo tengo una biblia, no quiero eso", quedando de nuevo confirmado que, aunque la fanfarria publicística de la prensa venal burguesa lo quiera ocultar, la podredumbre, la decadencia, el oportunismo, el revisionismo y el reaccionarismo, que es el sostén de todos, sustentan, por su parte, en conjunto, su propio sectarismo, igual que el de los fanáticos religiosos, y con ello son cínicamente (enfatizando aquí la raíz griega de esta expresión, kyón, que significa perro, en contraposición a lo que se puede tomar como capaz o posible de convivencia social), son, repetimos, cínicamente dogmáticos los unos y los otros.

Fanfarrón y petulante no hay dudas que resulta este mequetrefe revisionista derrotado y en bancarrota que quiere pasar por erudito, lo cual es un traje que le queda en extremo grande, como vamos a demostrar a continuación con datos y hechos concretos que desenmascaran de raíz a ese farsante llamado Andrés L. Mateo. Para la primera prueba recurramos a un contraste que puede ilustrar. Habiéndole sido ofrecido el libro al profesor Andrés Avelino (hijo), quien en el área de los conocimientos de filosofía y de cultura en general en nuestro medio nacional y tal vez allende los mares puede ser tenido y efectivamente se le tiene como un erudito, con toda gentileza y en contraste con las fanfarronadas viles de Andrés L. Mateo, Andrés Avelino (hijo) se mostró entusiasmado y alegre de que dentro del actual contexto político y económico nacional se editara la obra en cuestión y a la vez se abordara desde una postura independiente de los Poderes del Estado y de los círculos de poder económico el asunto de la biblia como lectura obligada en las escuelas, interrelacionando el tema con el ateísmo de los iluministas (enciclopedistas) franceses. "Cómo no -espresó, en una humilde postura digna de su elevada investidura profesoral Andrés Avelino (hijo)-, dame uno, que siempre es saludable y refrescante leer a Holbach tanto como estudiar sobre él".

Si en Avelino hijo (Andresito), que transita, igual que el gran pensador que era su padre, con sus más de 60 años, por los caminos de la erudición, es apreciable y distinguida esa humildad, tal vez sólo por tratarse de un libro de un representante de la Ilustración francesa que abonó el terreno a la gran Revolución de 1789 con la que se dio inicio a la Edad Moderna dentro de la historia universal, la actitud de Andrés L. Mateo, por el contrario, desdice hasta de sus fantoches pretensiones de erudición y presumiendo de que sabe todo respecto a Holbach, pues esas pretensiones suyas ruedan de inmediato por el suelo con la ridiculez suya de atribuir la expresión de "Luz, más luz" a Nietzsche, cuando cualquier persona medianamente ilustrada sabe que corresponde a Johann Wolfgang Goethe al momento de morir, pero peor aún es su fastuosa vanidad y engreimiento miserable de atribuirle a tal expresión la condición de mito. "Esa frase ‘Luz+Luz’ de Nietzsche" vomitó Andrés L. Mateo "es, además, un mito". Esas salvajadas del filólogo son sencillamente para asombrarse y sirven para mostrar hasta dónde envilece y canalliza la condición de mercenario. "Luz, más luz" sin duda desde mucho tiempo antes de que la expresara el genial Goethe como su último aliento, a lo mejor desde los tiempos inmemoriales en que el hombre se hizo de la palabra, expresa la curiosidad que le ha acompañado recorriendo tan largo trayecto aguijoneado por el afán de conocer, dominar, explicar y comprender lo ignorado. ¿Cómo entonces Andrés L. Mateo dice que esa frase, que él (ignorando) se la atribuye a Nietzsche, pero que en realidad es de Goethe, es un mito? Aquí suspicazmente inferimos ¡hace falta sana imaginación!

Un profesor que no investiga, un intelectual cuya sustancia es la presuntuosidad, no es más que un filisteo, una tripa vacía y un farsante.

¿Cuál sería el mito? ¿El intelectual ignorante y mercenario que funge de sabelotodo, que en realidad es este infeliz sumiso lacayo llamado Andrés L. Mateo, o "Luz, más luz", que es la expresión que recoge como ley la tendencia incontenible del intelecto por los conocimientos en desmedro de la ignorancia, y de la inteligencia como reflejo de la lucha por dominar la naturaleza por parte del hombre?

Y éste no es el único caso. Cuando Andrés L. Mateo, cumpliendo las órdenes de sus amos, quiso traer de Haití material infame con el que creyó podía dársela de innovador y descubridor del real y verdadero mito que habla y resalta la supuesta mansedumbre espiritual de los haitianos y de que su conducta -la de los haitianos- es el rostro mismo de la bondad hecho gente, demostró su ineptitud para discernir hasta los aspectos contrapuestos de una contradicción simple y elemental ilustrada por los hechos que recoge la historia, y así Andrés L. Mateo no tuvo empacho en difundir como muestra de la mansedumbre haitiana la expresión iracunda e irracional, recargada de odio y resentimiento bestial, como resultó ser aquella respuesta que con tal tenor le estrujara en la cara sin piedad su amigo, el intelectual haitiano Roger Gallard: "Yo soy haitiano, yo no soy negro ni mulato ni blanco. Es mi haitianidad lo que debo asumir en la conciencia".

Presentar esta expresión a favor de la causa del mito de la generosidad y bondades mitológicas de los haitianos en pro de Peña Gómez y sus sueños sobre la hegemonía haitiana sobre la República Dominicana, según los intereses del imperio capitalista mundial, es sencillamente muestra de estulticia precoz y de estupidez congénita e innata a la vez de parte de Andrés L. Mateo. Si tanto, al parecer, le duele el hecho de que usamos sus mismos materiales para evidenciar la funesta causa patricida a la que sirve, realmente sentimos pena por Andrés L. Mateo, cuyo individualismo enfermizo casi llega a lo patético, pues ¿qué culpa tenemos de que él no sea capaz de discernir entre lo que es un burro y lo que es un tiburón?

Y elucidar el significado tanto de la sincera frase del intelectual haitiano como de la postura patricida y estúpida de Andrés L. Mateo, es, ante su ego, un crimen y una ofensa cometidos por nosotros, que él no nos los perdonará jamás.

Pero, por otro lado, la pregunta que con gestos nerviosos y asustadizos, acompañando su almidonada figura artificial, soltara Andrés L. Mateo, no es casual.

Es el resultado de que, plenamente consciente de sus continuas e ininterrumpidas "hazañas" propias de toda sabandija oportunista-revisionista, ha estado a la espera de nuestra crítica respectiva, por ejemplo en lo que se refiere a su audaz exhumación del anacronismo que reclama del intelectual desenvolverse por encima de las clases y, a la vez, negando de pasada que todos los medios de prensa y la publicidad, tienen indefectible e inevitablemente un carácter de clase. Así como en todos los medios que él colabora son de la burguesía de la peor laya y al servicio de las peores causas.

Y no podía ser de otra manera, ya que el doctor en filología, catedrático, intelectual y columnista de la prensa venal y rastrera de la burguesía, en la que tiene un puesto remunerado, ¿no es esto escribir para que le paguen como todo un mercenario de la peor laya?, que con afán desmesurado se empeña ante la opinión pública en que se le tome como un intelectual desligado dentro de este quehacer, por lo menos, de todo interés clasista anti-burgués, que si se ensucia enredándose eventualmente en asuntos de grupos, de partidos, clases y hombres (cosas sucias y terrenales) [pero vaya usted a ver que en todas estas vertientes concurre con los puntos de vista correspondientes a las clases explotadoras y de los círculos a su incondicional servicio, pero jamás coincide con los de los explotados ni con los del marxismo-leninismo, lo que en su subjetivismo individualista patológico es, según él, pura casualidad], no es por obra de su libre arbitrio, sino que lo hace forzado por las circunstancias y la necesidad odiosa para un hombre tan fino como él de tener que vivir y concurrir a comprar como un ciudadano cualquiera al supermercado y a las tiendas.

Quien así regula su comportamiento, ¿es un intelectual, es un cerdo o un sepulcro blanqueado?

¡Oh!, que los jueces de concursos literarios escogidos dentro de los que ya han trillado con antelación su ignominioso camino, lo premian y lo estimulan transformándolo por vía del cambio de amo, del mercenario revisionista que actuaba hasta como mula del espionaje a favor del programa del coloniaje seudosocialista, de la dictadura internacional y la soberanía limitada, balanceada con la cháchara de transición, emulación y coexistencia pacíficas tanto aquí como radicado en Cuba, donde, mientras tanto aparezca la "misión de mula" estudiaba filología, cambiar a éste en una vulgar cotorra premiada de los peores anacronismos de la decadencia no es tarea difícil; que este mismo personaje esté convertido en un modernizado mercenario, en un auténtico lacayo que presume vivir envuelto en las gasas etéreas de la inteligencia y las cosas más puras y elevadas y que sólo ostenta como blasón su trasnochado cuan pernicioso individualismo que lo ha empujado a ser un vulgar sirvie