Nunca propugnaron Marx y Engels por apoyar a un tiburón enfrentado a otro tiburón

Su divisa fue una y bien clara:

Cuando los ladrones se pelean entre sí los hombres honrados se alegran y salen ganando

En la historia del movimiento revolucionario y del socialismo existen por lo menos tres ilustrativos casos respecto a la postura a asumir por los marxistas revolucionarios frente a los grupos de tiburones y ladrones de la burguesía y los terratenientes y sus partidos, como es el caso de las querellas entre el PRSC, PLD y PRD, cual de los tres grupos y partidos peor.

Los tres casos, a que hacemos referencia por su significación histórica universal son la Guerra de Crimea 1853-1856; la guerra entre Francia y Austria a raíz de la lucha de Italia por su unificación, y el tercero sería la actitud de Marx y Engels ante la cuestión de la unificación de Alemania en la que y en donde criticaron despiadadamente a los grupos burgueses envueltos en la disputa, como en nuestro país los llamados izquierdistas son en realidad mercenarios y aventureros que, habiendo alcanzado un grado tal de prostitución, siempre están dispuestos a venderse a uno de los tres partidos tradicionales y sus candidatos.

Ya han alcanzado un grado tal en su corrupción que no tienen empacho en ofrecerse en pública subasta bajo el vergonzoso estribillo de "quién da más".

Para que nuestros lectores puedan apreciar que tal actitud mercenaria nada tiene que ver con el marxismo revolucionario, vamos a publicar lo que la historia recoge al respecto por parte de Marx y Engels. Además, es notorio que dentro de esas izquierdas están, entre otros, segmentos como el del grupo del llamado p"c"t de Chaljub, Virtudes Alvarez y Manuel Salazar que aún insisten en crear confusión llamándose, cuando creen que le pueden sacar provecho, "comunistas".

Así que, a continuación, exponemos sucintamente extractos de las conferencias del ruso D. Riazánof sobre Marx y Engels.

La guerra de Crimea vino a plantear el problema de Oriente en toda su amplitud. Marx y Engels tuvieron entonces la posibilidad de trabajar en América, ya que no en Europa, con el tema interesante que proveían los acontecimientos del día. Ambos se felicitaban de esta guerra, puesto que eran las tres principales potencias de la contrarrevolución las que se destruían mutuamente. Y cuando los ladrones querellan entre sí, los honrados salen ganando. Desde este punto de vista consideraban la guerra Marx y Engels, pero debían determinar la posición a adoptar respecto de cada uno de los países beligerantes.

... Entre nosotros generalmente se consideró que ante la guerra de Crimea, Marx y Engels inmediatamente tomaron partido en favor de Turquía, contra Rusia. En efecto, atribuían enorme importancia al zarismo ruso, sostén de la reacción europea, y, por consiguiente, se la atribuían a la guerra contra Rusia, considerándola como un factor susceptible de desarrollar la energía revolucionaria en la propia Alemania. Debían, pues, aclamar la guerra contra Rusia. En los artículos que escribían en común, dividiéndose el trabajo -Engels redactaba especialmente los temas militares y Marx los diplomáticos y económicos-, Rusia era criticada sin piedad. ¿Se infiere de ahí que Marx y Engels tomaron el partido de la civilización y del progreso contra Rusia, que se levantaron contra ésta para ponerse al lado de los ingleses y franceses cultos y civilizados? Creerlo sería un error craso. En sus artículos, los dos amigos criticaban tanto a Francia e Inglaterra como a Rusia, y descubrían todas las tentativas de Luis Bonaparte y Palmerston para presentar esa guerra como la de la civilización y el progreso contra la barbarie asiática. Otro error, en el que incurre la mayor parte de la gente, es creer que en lo que concierne a Turquía, pretexto de la guerra, Marx era su partidario. No olvidaban Marx y Engels que Turquía era un país más asiático y bárbaro que Rusia. Sus críticas, pues, no perdonaban a ninguno de los beligerantes. Inspirados en un solo criterio, examinaban cada suceso según la influencia que tuviera en el aceleramiento de la revolución. Desde este punto de vista criticaban la conducta de Inglaterra y Francia que, como dije, emprendieron la guerra contra su propia voluntad, forzadas por la enérgica resistencia de Nicolás I a cualquier acuerdo. El temor de las clases dirigentes estaba justificado: la guerra se prolongó más de lo que se pensaba, pues comenzada en 1853 no terminó hasta 1856, con la paz de París. En Inglaterra y en Francia, provocó viva efervescencia entre los obreros y campesinos, y Luis Bonaparte y los dirigentes ingleses se vieron obligados a hacer una serie de concesion