Maximiliano Gómez (El Moreno) personificó la dirección del lumpen social sobre el movimiento y lo contrapuso a las bases materiales del proceso revolucionario real

“El lumpemproletariado, esa escoria de los elementos depravados de todas las capas sociales y concentrada en las grandes ciudades, es el peor de los aliados posibles... Todo líder obrero que utiliza a elementos del lumpemproletariado para su guardia personal y que se apoya en ellos, demuestra con este solo hecho que es un traidor al movimiento”. (Prefacio a “La Guerra Campesina en Alemania”, Federico Engels)

El caso del expediente de Maximiliano Gómez (alias “El Moreno”) trata de las fatales consecuencias de fracaso y derrota que inevitablemente conlleva para un movimiento revolucionario al colocar a su cabeza al lumpen social.

Este sujeto, que se hacía pasar por un supuesto obrero especializado, dizque ayudante de tornero, y se mercadeaba como modelo del proletario con conciencia socialista, era, sin embargo, un verdadero fraude y encarnaba en realidad en su persona y en cada una de sus acciones, que acompañaba de los más fétidos y degenerados espasmos fugaces del raciocinio que nunca alcanzaron el nivel de una idea medianamente elaborada, la audacia propia de la ignorancia y del iletrado contumaz, jamás fue obrero y mucho menos poseyó conciencia socialista alguna.

Maximiliano Gómez (El Moreno) fue, eso sí, la encarnación viva y personificada de un lumpen vago, fanfarrón, cobarde y fantoche, un paradigma del degenerado lumpen del que Engels escribe que el líder político revolucionario que se rodea de semejantes rufianes, es un traidor a la causa del proletariado y a la revolución.

Su existencia fue una cadena interminable de rufianerías y actos execrables, propios de canallas de la más baja y despreciable calaña, sobre todo cuando usó el escenario político revolucionario para su consumación y quedar impune, por lo menos eso creyó él.

Fue, como dice el refrán alemán, genio y figura hasta la sepultura. Su muerte acaecida en forma propia a su mentalidad degradada fue tal que ni siquiera sus más íntimos compinches se atreven hoy a explicarla, conscientes de que quedarán ahogados en todo el mar de pus y las podredumbres que la rodean.

Tras una fugaz simulación de ser gran estratega revolucionario y hasta diciéndose marxista-leninista, lo que duró apenas 2 meses como tal, esto es, de fines de la Guerra de Abril, es decir, octubre hasta fines de diciembre del mismo año 1965, sus compinches comprobaron su real catadura de rufián, fantoche y fanfarrón que hacía a todos cuantos le rodeaban peligrar, y que sólo alcanzaba el nivel de lenguarrevolucionario, y esto, siempre y cuando no tuviese que enfrentarse a alguien que poseyera apenas conocimientos elementales de la teoría del socialismo científico, pues entonces se tornaba un completo bufón, al que sólo cabría catalogar de ejemplar charlatán.

Terminaron expulsándolo del MPD, pero no podían decir que todo se debía a que había resultado un fiasco como organizador de la insurrección de la que alardeaba de tenerla consumada para enero del ’66, ya que esto descalificaría a todos sus compinches, así como al MPD, que presumía de ser “la vanguardia marxista-leninista”, y de ahí que apelaran a un exabrupto moralizador sorprendente en los predios del MPD y escogieron una de las tantas rufianerías que adornaban la sucia existencia de ese granuja llamado Maximiliano Gómez (El Moreno) para tratar de explicar su expulsión.

Y, en efecto, sus congéneres, tan o más canallas que él, dijeron que lo expulsaban debido al bochornoso y desagradable acto de haber violado, sistemática, brutal y continuamente a una adolescente de apenas 15 años de edad y que no llegaba a pesar 75 libras, hija de una familia cuyos miembros eran connotados dirigentes y militantes del MPD desde el 1960, esto es, desde el arribo de esa organización al país acogiéndose a un pacto efectuado por Máximo López Molina y Andrés Ramos Peguero, dirigentes fundadores del MPD, con el dictador Trujillo.

Su reincorporación al MPD fue otro acto de ignominia que terminó en el desenlace tragicómico de su degradante muerte a manos de su amante ocasional, típica representante de la degradación moral que ostenta el lumpen y que a la vez había sido desde muy temprana edad víctima sucesiva de una sociedad en plena descomposición, así como de la amoralidad imperante en todo el medio emepedeísta de drogadicción, depravación sexual, sucesivos y variados intentos de suicidios, de algunos de los cuales eran testimonios inequívocos los navajazos fallidos que le adornaban como medio guillos, la muñeca de su brazo izquierdo.

Aunque la guarida de lúmpenes amorales que es el MPD acusó a la CIA y llegó a mencionar nombres de varios conmilitones suyos como responsables de aquella acción, en realidad sabían que Maximiliano Gómez no había sido muerto por ningún poder internacional, sino que había caído víctima de la propia podredumbre que cultivó, que cebó y justificó y que en un momento dado reaccionó estimulando en la endeble contextura psíquica de la lumpen Miriam Pinedo las más bajas pasiones y los más turbios resentimientos que la llevaron a lo que ella entendió como su venganza. Miriam, a su vez, fue muerta y descuartizada para no dejar huellas ni testigos de quién le suministró el veneno y quiénes de entre el nido pestilente de lúmpenes emepedeístas instigaron y urdieron la trama.

Virgilio Bello Rosa, actual Procurador del gobierno de Hipólito Mejía y Tácito Perdomo, actual dirigente balaguerista, luego se presentaron a Francia, a nombre de la dirección nacional del MPD, para destituir, por su participación en el hecho, al grupo que hacía de dirigentes allí, entre los que estaban, además de Manolo Plata, Roberto Vallejo, ex-dirigente sindical de San Pedro de Macorís y de Foupsa-Cesitrado, Efraín Sánchez Soriano (Pocholo, hoy dirigente del PCT) y Juan Pablo Gómez, el hermano de Felipa Gómez.

Históricamente la reincorporación del Moreno marcó el abandono por parte del MPD de todo intento por elaborar una plataforma de carácter revolucionario popular para pasar a ser el conglomerado del lumpen en plena vorágine, acelerando así el proceso de descomposición del movimiento revolucionario.

De fracasado estratega de algo que jamás entendió ni comprendió, pasó Maximiliano Gómez a ser el “teórico” de la táctica lumperil y de las acciones lumperiles de más baja categoría, que pretendía pasar como propias de la conducta revolucionaria.

No fue un Carlos Marighella, que en Brasil, tomando el camino desechable del terrorismo, trató de darle por lo menos a su movimiento una proyección independiente de la burguesía y de sus partidos, del revisionismo y sus engaños, lo que lo hacía un Luis Blanqui brasileño, nada de eso, el tal Moreno no pasó de ser un rufián de la más baja y espúrea ralea de carácter mercenario.

Si como estratega de la insurrección guerrillera fue un fiasco y lenguarrevolucionario que duró apenas dos meses consumidos en viajes de Santiago de los Caballeros a Santo Domingo con fines de perpetrar sus violaciones sexuales a la menor de edad mencionada, como táctico fue no más que un bufón y payaso farandulero, charlatán, de mala muerte.

Su reincorporación al MPD en 1967 y como su cabecilla obedeció a un plan concertado entre tres corrientes del lumpen social más característico y versátil, diseminado hasta entonces en distintos partidos. 1ra. La que era el MPD en plena bancarrota, desconcierto y confusión; 2da. La que encarnaba en el 14 de Junio ya en estado de coma, pero bien curtido en acciones del mismo tipo de las mencionadas aquí, por el grupo más aventurero e inescrupuloso que lidereaban Fafa Taveras, Guido Gil, Moisés Blanco Genao y otros, que eran secundados con mucha ambigüedad y vacilación por gentuza tipo Chaljub Mejía (es bueno recordar que ese Fafa Taveras había regresado precipitadamente de Cuba en 1964, donde era reclamado por las autoridades de allí para que respondiera del delito de violación a una menor de 12 años de edad) y 3ro., la de José Francisco Peña Gómez, el prototipo más acabado y encumbrado del desclasado y lumpen ilota o paria que, tras la cobarde huída de Bosch a Benidorm, España, de mutuo acuerdo con Balaguer, había quedado como el mandamás del PRD y de sus grandes contingentes de desclasados y emigrantes sin ocupación del campo a la ciudad. Amasijo prototipo del lumpen, conforme a la tesis científica del materialismo histórico.

Como se ve, al movimiento revolucionario y político organizado le esperaba lo peor, no sólo por cuanto el imperialismo yanqui, Balaguer y sus sicarios estaban preparados ya para lanzar sobre ese movimiento la más sanguinaria y despiadada campaña de terror y persecución sin cuartel, tal y como lo llevaron a cabo, sino porque desde el seno mismo del movimiento citado, se gestaba la entronización en su cúspide dirigente del lumpen, lo que acarrearía su inevitable desmoralización, acelerando la descomposición de las filas revolucionarias, que era en realidad el objetivo trazado.

Si se parte de que tanto Peña Gómez como Fafa Taveras son acérrimos anticomunistas salidos de la primera promoción de cuadros políticos para la República Dominicana (1961) de la Escuela Anticomunista que la CIA creara en San José, Costa Rica, bajo la dirección de Bosch, Pepe Figueres y Sacha Volman, no están despistados los que entienden que todo aquello se hizo previa autorización de la CIA y la Embajada USA en el país.

Concertando acuerdos entre sí, esas tres corrientes se movían en un plan común, desplazando así metódicamente las anteriores tendencias que representaban a diferentes estamentos y corrientes de la burguesía media y pequeña burguesía en forma más o menos decente.

La falta de escrúpulos se hizo patente cuando el mismo Moreno, abjurando de sus anteriores pretensiones de estratega revolucionario dizque marxista-leninista, formulaba, sin pudor ni recato alguno, una plataforma hecha añadiendo tras cada disparate y cosechado el correspondiente fracaso, otro nuevo disparate y otra mayor derrota.

En lugar de colocar a las masas populares como escenario de la labor política paciente y metódica, colocó a los cuarteles militares y policiales como centro de actividad, confirmando así que el lumpen concibe una línea de trabajo entre el lumpen; en lugar de las masas como constructoras de la historia y fuente de la victoria, erigió la búsqueda de un coronel que quisiera casarse con la historia en el quid de su labor conspirativa; y proclamó que el golpe de Estado “revolucionario”, que pasaba a desplazar toda actividad propiamente política, era su objetivo, compitiendo así con el fascista Curzio Malaparte.

El terrorismo individual en su expresión más insignificante, mostrenca, canalla, fue el método de acción escogido y postulado por ese crápula llamado Maximiliano Gómez (El Moreno).

Echando a un lado el programa que resumía y sintetizaba las bases materiales del conflicto económico-social, sustento real del proceso revolucionario dominicano,  colocó en su lugar intereses y cuestiones que sólo benefician y conciernen a los estamentos y clases que sustentan las instituciones opresivas y retardatarias. Desterró la lucha política, así como los objetivos de democracia, libertad, independencia y soberanía nacional del movimiento. Llegó a decir que lo del imperialismo era inexistente y que ese concepto era fruto, en nuestro medio, del predominio de lo que llamó colonialismo ideológico, forma despectiva que le endilgaba al marxismo, coronando así, con ese término, su carrera aventurera oportunista.

Así, el tal Moreno, encompinchado con el funesto Fafa Taveras y rufianes de la calaña de un Moisés Blanco Genao, entrega el movimiento revolucionario a la derecha opositora por medio de una supuesta alianza con la “oligarquía descontenta”, según postulara reiteradamente José Francisco Peña Gómez como la esencia de su llamado “alto pensamiento táctico”; golpe de Estado revolucionario, en vez de la lucha de masas; un coronel que se case con la historia, en vez de insistir y persistir en que las masas son las que hacen la historia; terrorismo individual y prácticas degradantes de todo tipo en vez de la educación política e ideológica sistemática y paciente, conforme al marxismo-leninismo; desprecio absoluto por la doctrina del socialismo científico, a la que el lumpen degenerado Maximiliano Gómez, llamó, en su osadía, colonialismo ideológico, etc.

No cabe la menor duda de que fue una acción consciente y deliberada la canallada de Maximiliano Gómez y sus compinches de colocar al lumpen como el protagonista y héroe de la historia en lugar tanto de las masas como de los cuadros políticos de vanguardia.

Y cabe, para finalizar, la interrogante: ¿Quién ha podido imaginar un movimiento revolucionario desarrollarse apoyado o teniendo como centro de gravedad de su actividad a sectores tan inestables que por ley económica están descalificados por la sociedad o están llamados a desaparecer como grupo social en la mejor y más óptima de las soluciones, y que sólo semejan, en su conjunto, si no un amasijo pestilente de lodo social, una duna, tan extensa e impactante como la de Baní, pero en este caso de pura mierda?