ANDRES L. MATEO EN SU UNILATERALIDAD SE TRASLUCE BUSCA EL OCULTAMIENTO DE ASUNTOS PODRIDOS Y PROTEGER Y PROHIJAR INCONSECUENCIAS

Es que no hay una práctica de traición a la que no le corresponda un discurso teoría y concepción traidora y eso él no lo puede ocultar con sus decadentes y pesimistas agnosticismo y escepticismo

05-06-2014

 

¡Qué cosa ésta! La unilateralidad, en íntima vinculación con subjetivismo idealista, contrapuestos del todo a la objetividad del materialismo, hace que gente, con relativa lucidez y perspicacia de pensamiento, apenas lleguen a la verdad a medias, que no pocas veces es peor que la más grande mentira. Este podría ser el caso, por ejemplo, de Andrés L. Mateo, con el que es difícil que nos tomemos un café juntos; cuando hace aseveraciones peregrinas y desventuradas, que nos crean la suspicacia de que, en forma tan deliberada como consciente, busca el ocultamiento de asuntos podridos, proteger y prohijar inconsecuencias, y llevar el agua al molino de los tres que echaron a Pedro Pueblo en el pozo.

Ya, por lo menos, se ha dejado de usar formas, que dejan en el aire, flotando, la falsa idea, insinuada o tácita, de que, durante la dictadura de Trujillo en el país no había corrupción; haciendo caso omiso, de que el régimen dictatorial y tiránico encarnaba el ladrocinio o latrocinio, que son exactamente sinónimos; sino que había seguridad bajo aquellas aciagas circunstancias; borrando de un plumazo la realidad trágica de la paz de los cementerios.

O bien, ocultando, si no haciéndose el chivo loco, o el desentendido y el despistado, de que la ideología patrimonialista del Estado, que sería el aprovechamiento de la sombra omnipotente de éste, para acumular riquezas y, en particular, capital originario, como patrimonios personales y/o de familia, habría aparecido y desarrollado, sólo y principalmente, a raíz de la desaparición de la dictadura; con lo que deja excluida de esa nefasta práctica y de la ostentación esplendorosa de esa misma ideología y, claro está, deja fuera de tan odiosa y execrable práctica, de la misma acción de enriquecimiento a la sombra del Estado, como de la susodicha ideología parasitaria y holgazana, además, a su fuente, baluarte y antro por excelencia, que es la sacrosanta, esclavista, genocida, exterminadora, terrorista, y árbol venenoso de las torturas y la vesania, la divina iglesia de dios, la católica, apostólica y romana; que llega al colmo de la estafa de doble vía, y tal miseria humana la eleva a la enésima potencia, al afirmar, que el Vaticano, creación del maridaje espurio de Benito Mussolini con dicha santísima y benditísima Iglesia Católica, Apostólica y Romana, es la Santa Sede; o sea, el lugar ultra-sagrado donde descansa su invento estafa que llaman, para culminar en esa misma tara atávica, que arrastran como su propia sombra, dios o Jesucristo. Cuando toda la historia de esa miseria humana da cuenta, de que la Iglesia Católica-Vaticano y todas las religiones burocratizadas en iglesias, encarnan el prototipo y el arquetipo como, para decirlo con el lenguaje, tan espontáneo en un lingüístico y semántico del calibre de Andrés L. Mateo, el ejemplo epistemológico o prueba última de la verdad, según esas aberraciones ideológicas que hoy proliferan como la verdolaga y la yerba mala, que no sirve ni para veneno.

El caso es que, Andrés L. Mateo, en su artículo “Práctica y Discurso”, cuyo contenido, entre otras muchas razones, nos resulta familiar, porque, ni aunque la lela, mosquita muerta, y con una espuela saturada de curare, extraído de plantas venenosas, o con la ponzoña de las serpientes venenosas, con carácter fulminante, que usaban en el Egipto antiguo o aún en la tenebrosa India moderna, de Minou Tavárez Mirabal, ni el atrevido petimetre que osa, como la cosa más natural, hablar de lo que no está a su alcance entender, sobre todo por su estolidez comprobada, dado que es un gran ignorante, por culpa de su misma dejadez de engreído, de Luis Schecker Ortiz, quienes han, antes que Andrés L. Mateo, traído el asunto del discurso y la práctica, que no es otra cosa que la relación de la concepción y su discurso en que ésta se expresa, con la actitud práctica que se asume; que bien podría ser armónica con la concepción, como contradictoria.

Y a esto es que se refiere Andrés L. Mateo en su seductor, por bien hilvanado artículo, “Práctica y Discurso”; del que decimos que, en su significado práctico, es un producto de la sofistería y de la sofística. Y no porque creamos que Leonel Antonio Reyna, alias Leonel Fernández, no sea el crápula más abominable, repugnante como nauseabundo y asqueante, dada su total y absoluta orfandad olímpica de todo cuanto sea escrúpulos, principios éticos, falta de calidad, y el impundonoroso por excelencia.

Su punto de vista, el de Andrés L. Mateo, de que la palabra se ha prostituido, si no es como figura de poesía, es un galimatías; pues así como las palabras ni los conceptos son las cosas objetivas, tampoco se puede confundir la palabra con el uso de la palabra.

Del mismo modo, lo dicho por Andrés L. Mateo de que hay que aprender a leer prácticas, no deja de ser una expresión atractiva para los que tenemos a la práctica como la fuente de la teoría y de las concepciones, como de su criterio, esto es, para saber si las ideas son correctas o falsas, buenas o malas.

Y es que la práctica, que Mao Tse Tung resume en su teoría del conocimiento, como la fuente de la verdad y el criterio último y definitivo para saber la calidad de una idea, se expresa en los hechos; por lo que Mao Tse Tung, aunque, sabemos que, de sólo oír su nombre, a Andrés L. Mateo el cuerpo entero se le cubre de urticaria o alergia, demanda, que el portador y sustentador de la concepción científica del materialismo dialéctico, debe saber extraer la verdad de los hechos.

Pero la unilateralidad de Andrés L. Mateo, del que siempre tratamos de leer sus opiniones, por cuanto nos sirven de ejercicio, lo hace subjetivo y parcializado de manera pueril; puesto que, lo dicho por Leonel Antonio Reyna, alias Leonel Fernández, respecto a los partidos políticos, y respecto al afán de usar la actividad política como trampolín y escalera para trepar social y económicamente, no es original suyo; sino de su maestro, el espía pagado de la CIA y agente político a sueldo del imperialismo yanqui, Juan Emilio Bosch Gaviño, a pesar de lo cual Andrés L. Mateo le atribuye la condición de algo así como baluarte de la moral y de la ética; lo que no creemos se pueda dar en un agente espía; del que Honorato de Balzac dice que es lo más execrable, y que constituye una tara incurable.

Y tras el gran felón y espía, como agente mercenario, al estilo del mito Judas, fue su primer discípulo, también espía pagado de la CIA y agente político del imperialismo yanqui, del que es furibundo seguidor y monaguillo Andrés L. Mateo, José Francisco Peña Gómez, quien se jactó, en el 1982, durante el gobierno de Salvador Jorge Blanco, en proclamar, que lo de la política de principios y por principios ya estaba desfasado; que la política, dijo Peña Gómez, en sucesivas cadenas radiales, a partir del 16 de abril de dicho año, debían saber esos desfasados, que la política y los partidos no tienen otra finalidad que buscársela; esto es, tratar de obtener lo que no se tiene en la sociedad: dinero, prebendas, privilegios y una posición, según el entender del haitiano y lumpen Peña Gómez, elevada y segura económicamente.

De los juicios crematorios de Andrés L. Mateo sobre el crápula Leonel Antonio Reyna, alias Leonel Fernández, y sus actos ignominiosos, como de sus expresiones orales o verbales, está de más afirmar que, desde nuestra posición, los compartimos y vamos mucho más allá; siempre desde la posición de la multilateralidad, con espíritu de Partido Comunista y carácter de clase, afín y común con las clases explotadas y oprimidas. No obstante, disentimos rotundamente de Andrés L. Mateo en cuanto dice, de gentuzas como Leonel Antonio Reyna, del Dañino Medina, que no son émulos del maestro de la felonía y del espionaje, como de la condición moderna del Judas, que es Juan Emilio Bosch Gaviño, como de su primer discípulo y espía, y agente pagado del imperialismo norteamericano, igual que él, José Francisco Peña Gómez, o como de esa rata inmunda de Hugo Tolentino Dipp, que por fin se reconoce franquista, como parte de la generación relevo del trujillismo; aunque calla sus viejos vínculos con la CIA y su oficio con ésta, desde los tiempos en que era discípulo de Manuel Fraga Iribarne, el agente de la CIA por excelencia en el seno del franquismo; es que no hay una práctica de traición a la que no le corresponda un discurso, teoría y concepción traidora. Y, en Leonel Antonio Reyna, alias Leonel Fernández, eso es científicamente exacto. Su discurso del 31 de octubre, amanecer 1ro. de noviembre del 1996, de: no he visto el fantasma de Trujillo en el Palacio Nacional, pero con el apoyo de la Iglesia Católica-Vaticano y del Cardenal, le voy a dar a este país un baño de sangre que jamás olvidará. ¡En la práctica es lo que ha resultado con la mano dura y sus ejecuciones extrajudiciales, ilegales, ilegítimas e inconstitucionales.

Realmente, el empirismo absurdo y la negación de las doctrinas y sus respectivas interpretaciones críticas, no son congruentes con el papel que desempeña Andrés L. Mateo de intelectual; y más bien se coloca en donde lo lleva el positivismo lingüístico, con su agnosticismo y su penoso, por decadente y pesimista, escepticismo.

 

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