Carlos Peña oscurantista y estafador, por ser teólogo y evangélico, interpretador adicto a lo que es el más depravado criminal concupiscente monumento como resulta ser La Biblia

Su maestro el leproso moral felón Juan Bosch no pudo entrar al terreno de abogar por la verdadera democracia popular y nueva, sino que optó por el despotismo, el autoritarismo y el absolutismo más groseros, que es el nazi-fascismo

27-07-2016

 

Lo más patéticamente desolador, de los palurdos y eventuales ignorantes garrafales, como son todos los herederos y continuadores del leproso moral, Juan Emilio Bosch Gaviño, así como sus alabarderos, que encubren con peregrinos argumentajos sus nocivas acciones a favor del ídolo-ícono; conteste con los acertados juicios de Bacon al respecto: hecho de engaños, mentiras y falsedades; todo lo que revisten o envuelven en adocenamientos y amaneramientos, junto con acicalamientos y maquillaje, propios del ejercicio de la más cruda prostitución física y espiritual, es que no se percatan, ni aún en su ignorancia supina, que los convierte en reales analfabetos funcionales; que no sólo ignoran lo que está escrito, por cuanto no alcanzan a entender lo que apenas llegan a leer, sino que llegan al extremo de que, apenas, y sin poder en verdad entenderlo, han leído las pachotadas del pontífice de la traición y la felonía, en su gran obra, que es la trágica comedia de su propia vida y su propia actuación, la vida y la actuación de Juan Emilio Bosch Gaviño, de espía pagado de la CIA y de agente político a sueldo, a la vez, de todos los gobiernos imperialistas yanquis, desde antes del 1940 hasta el hermoso día del año en que la muerte libró al pueblo dominicano de esa lepra humana.

Y, como su ignorancia es fruto de la peor prostitución, que es la que se ejerce por amor al arte y el puro placer de no tener sentido moral ni principios éticos, sobre lo que es no tener escrúpulos ni mucho menos pudor.

Según su precario y discutible criterio, gran sabio es “el que nunca produjo siquiera el vestigio de una sola idea política original, sino que se redujo a tomar las ideas ya hechas por otros, adecuándolas a su uso”; lo cual creen ocultar bajo el pesado fardo de su suculenta condición de iletrados, y la ostentación de sus títulos de sirvientes y lacayos diplomados, y su condición de impensantes, protegida en un título académico, cual de todos más desacreditados; pero que basta y sobra, resultando un poco más que suficiente, que traten de explayarse, buscando querer explicar, para encontrar respaldo a lo que creen haber pensado, y así, auto-engañarse creyéndose capaces de discernir, lo cual es moral y éticamente imposible, una vez que son los seguidores, admiradores y alabarderos del leproso moral, espía y mercenario soplón, Juan Emilio Bosch Gaviño, olímpicamente huérfanos de honestidad y desconocedores en la máxima escala del significado y contenido de la honradez; y  de esto, las pruebas y evidencias provienen, no sólo ni principalmente del vaho pestilente que emana de sus sucias y rastreras bocas, cuando emiten sus acostumbrados y cotidianos adefesios que, pavoneándose, gustan llamar ideas, sino de sus hechos, de su ominosa práctica, de su asqueroso y rastrero comportamiento y de su conducta real; sin poder olvidarse que, como el genio de Marx acertara en advertir, un paso de la vida real vale más que cientos de palabras e intenciones recogidas en un programa.

Si juntáramos todas las basuras hechas y dichas, en ejemplos inequívocos de glosolalia, o diarrea de palabras incomprensibles e incoherentes, por el más parlanchín, producto de su intoxicación con alucinógenos y los guiones y libretos Reader’s Digest, esto es, de lectura digerida, como es el caso del rufián Leonel Antonio Reyna; y a esto agregáramos los chillidos altisonantes y casi primitivos del Gángster Murmullo, el sucesor de aquel como cabecilla de las legiones de envilecidos goliardos seguidores de los desechos tóxicos de su maestro, el conocido leproso moral; y, si a todo esto, como aderezo, le agregáramos, para más diversificación, lo dicho y hecho por gentuzas, como son el conglomerado completo y único de machomaris y marimachos, de las legiones perdularias seguidoras del mismo leproso moral Juan Emilio Bosch Gaviño; en las que, así como agentes mercenarios y espías al servicio de los intereses contrarios al país y al pueblo dominicanos, ya que son leprosos morales, además, son lo que son, esto es, marimachos y machomaris, se crea un embarre que augura una debacle, más temprano o más tarde, pero que es inevitable y que habrá de dar como resultado la plena comprobación de que en realidad no son más que viles mercenarios y canallas.

Si es Carlos Peña, oscurantista y estafador, por ser teólogo y evangélico, interpretador adicto a lo que es el más depravado, criminal, concupiscente monumento como resulta ser La Biblia (conjunto del Viejo Testamento y el Nuevo Testamento cristiano), definido por el célebre erudito norteamericano Mark Twain como: “El antiguo testamento se ocupa esencialmente de sangre y sensualidad, el Nuevo, de la salvación, de la redención. La redención mediante el fuego”, no se puede dar crédito a nada de lo que diga o escriba, por cuanto este Carlos Peña no tiene discernimiento ni sentido de la lógica de las cosas; disparates que suscribe y a los que se adscribe como el llamado Génesis mosaico.

¿O es que ese hombre, hecho de lodo, a imagen y semejanza de su supuesto dios, su creador egotista y narcisista, era metano, producido por el lodo, lo que respiraba, ya que sería mucho tiempo después que crearía las plantas (árboles) que son las que producen y elaboran el oxígeno necesario para la respiración del ser humano, como desde mucho tiempo atrás lo hacen todos y cada uno de los animales mamíferos?

Sus adefesios sobre el malthusianismo son una apología a la explotación y a la opresión capitalista con carácter de eternidad y por los tiempos de secula seculorum.

Si el leproso moral, Juan Emilio Bosch Gaviño, es visto cuando era un desvergonzado marketing y lobbista de la democracia representativa made in USA, su talante de espía pagado y agente político mercenario da náuseas, causa vértigo y obliga a vomitar.

Y si se trata de cuando abjuró de aquello, cuyo parto sería con el pentagonismo, sustituto del imperialismo, y la dictadura con respaldo popular, tenemos el caso irrefutable de que había echado a un lado el disfraz, su máscara y quedando al descubierto el Duce o Führer si no, el caudillo despótico y absolutista, que necesariamente le encaja el traje militar, pero que, por la hombría y la firmeza que éste simboliza, termina quedándole grande, porque de la condición de hombre de paja y hombre babosa no pasa jamás el leproso moral Juan Emilio Bosch Gaviño.

Pero, ¿qué sucedió en ese tránsito o metamorfosis en realidad, en la que el anfibio pasó de batracio a sapo y maco, donde se quedó hasta su saludable muerte?

La respuesta a esta interrogante se encuentra en lo que precisamente se ha querido ignorar: como hacer que la población y la gente común y corriente jamás lleguen a conocer y comprender, porque, en tal caso, quedaría al desnudo y expuesto como el gran ridículo.

Al que pretenda seguir estafando y engañando con lo de “el profesor Bosch”, que no fue profesor de ninguna ciencia ni disciplina alguna. “El maestro Bosch”, ¿maestro de qué? Un cursillo no hace maestro a quien lo imparte, por un día o por una ocasión, hija de la casualidad o del ocio.

“Pensamiento de Bosch”, que es tremendo y monstruoso adefesio; porque la elucubración de fechorías, truchimanerías y trucos, para articular e instrumentar obstruir la comprensión de la ciencia y el fondo de las causas y raíces de la cultura, no equivale jamás a lo de poseer un sistema de ideas y de su correspondiente método de aplicación; siendo lo más sencillo y elemental lo de comprender que, para elaborar un pensamiento propio o un sistema de pensamiento, lo primero es que ese individuo o persona ha de tener ideas originales y propias y, que se sepa, lo único propio, aunque tampoco original, de ese espécimen de marras, era su infinita vocación por la traición, las felonías, la doblez y el engaño.

Su naturaleza de agente y lacayo servil, de Juan Emilio Bosch Gaviño, como sirviente incondicional, quedó palmaria y totalmente retratada en la foto de la toma de posesión, cuando, por su alianza con el trujillismo y traición a la lucha por la libertad y la democracia, ascendió al Poder en el 1963, en la que, sin dignidad, y dando cuenta de su real condición de leproso moral, se le reguindó, colgándose del pescuezo del entonces Vicepresidente imperialista Lyndon B. Johnson, igual que una meretriz lo hace en un prostíbulo del que le paga. Dicha foto la estamos colgando en internet, la cual usted puede verla en nuestro portal pacoredo.org.

La profunda e íntima coherencia de la trayectoria contradictoria del leproso moral, fue lo que vino a resultar de su metamorfosis de marketing, y empedernido payaso, lacayo de los monopolios, con su engaño de democracia representativa, a decirse arrepentido de esto. Pero no representó un salto para ponerse de lado de las masas y de la nación, sino para declararse nazi-fascista y ampliar y ahondar su anticomunismo; que ya, siendo Presidente, el 30 de Marzo del 1963, dejó escrito en letras de molde para la historia: “El comunismo es muerte, hambre y miseria para la humanidad. Guardia, soldado, policía dominicano, no permitas jamás que el comunismo triunfe en este país” (Juan Emilio Bosch Gaviño. Palabras pronunciadas en Santiago, Base Aérea, con motivo de la conmemoración de la Batalla del 30 de Marzo, año 1963. Aparecido en “El Caribe”, como se puede comprobar en el Archivo General de la Nación). y, en su metamorfosis de batracio a sapo, que en verdad fue un acto de mimetismo para darle salida a la encerrona en que se había metido, atajando el proceso nacional dominicano en las ergástulas de la democracia representativa made in USA, no pudo entrar al terreno de abogar por la verdadera democracia popular y nueva, sino que optó por el despotismo, el autoritarismo y el absolutismo más groseros, que es el nazi-fascismo, y desplegó la más histérica y desenfrenada campaña denostando, despectiva y peyorativamente contra la democracia que requería el pueblo y el país; empeñándose en acuñar esos logos, estereotipos y clichés, en que son especialistas por igual la CIA y los jesuitas católicos: “la mentada” democracia, que es a lo que no se le debe hacer caso ni dar crédito.

¿Qué hay en tales estratagemas perniciosas para la conciencia, la organización y la lucha del pueblo y la nación de positivo? ¿Qué hay de positivo en todas esas sandeces, estupideces e idioteces del esquizofrénico ególatra y egotista, intoxicado con su propia falta de comprensión del proceso, con su falta de originalidad en el pensar, con su falta de ideas propias? Copiaba y repetía las que otros habían creado, que no eran precisamente los que enaltecían ni potencializaban la necesidad de que las masas tomaran su destino en sus propias manos, sino los enemigos jurados más empedernidos de las masas, de los pueblos y de las naciones subyugados y oprimidos.

Es de extrema importancia comprender ese pasaje de tránsito en la vida del leproso moral, que bien pone de relieve la total falsedad de impostor inveterado de dicho funesto personaje; y que, en el menos nocivo de los casos, sirve para resaltar la condición de ignorante estólido y supino del leproso moral. Pues es bueno hacer que la gente conozca, que ya en el 1866, en plena dictadura bonapartista, del impostor sobrino de su tío, dictadura en la que las leyes y la Constitución eran especie del condón de la más feroz dictadura, creando ese fenómeno, que los discípulos, continuadores y herederos del leproso moral han recrudecido en el país, que es la modalidad bonapartista del absolutismo dictatorial.

Y es que, en el menos nocivo de los casos, le concedemos el derecho a su flagrante ignorancia, de que en el 1866 ya Federico Engels le escribía a Carlos Marx, dándole cuenta de su definitiva y terrible conclusión respecto a la burguesía social-reformista, y le expresa: “Se me hace cada vez más claro -afirma el maestro de verdad, Federico Engels, no un impostor como el leproso moral Juan Emilio Bosch Gaviño- que la burguesía no tiene pasta para gobernar directamente por sí misma y que, en consecuencia, donde no hay un estamento oligárquico (a diferencia de lo que ocurre en Inglaterra) que sea capaz de instaurar un régimen oligarquía en el que, a cambio de una buena paga, asuma la administración del Estado y de la sociedad, en interés fundamental de la burguesía, la forma normal de gobierno es una semi-dictadura al estilo de la modalidad bonapartista”.

El ignorante y corrupto que, por ser un espía pagado de la CIA y agente pagado mercenario del Departamento de Estado norteamericano, que era a la vez el impostor leproso moral Juan Emilio Bosch Gaviño, lo que montó como su metamorfosis, fue lo que hizo: Integrarse estrecha y definitivamente al balaguerismo, que siempre encarnó esa dictadura bonapartista. Y fue en aras de este objetivo que abjuró, no sólo de la modalidad engañosa y desacreditada ya para ese entonces, 1970, de la falsedad de la democracia representativa, sino de toda democracia, y de toda lucha por ésta y sus derechos, que es como la entiende y reclama la población consciente.

De un farsante y estafador, especulador con las elucubraciones y alucinaciones del cristianismo y del protestantismo, como lo es el profesor de la seudo-ciencia de la teología, Carlos Peña, no es válido esperar ni oír otra estrafalaria ideúcha, o caricatura de ideas con ritmo de sonsonete, que no sea lo del supuesto pensamiento de Juan Bosch.

Ahora bien, resultaría admisible que los discípulos y seguidores del leproso moral reivindicaran que prosigan siendo continuadores de las enseñanzas que les dispensara y transmitiera, como su maestro, el leproso moral, Juan Emilio Bosch Gaviño, pero no que las tales enseñanzas, de por sí cuestionables, tanto en su contenido como en el significado político y social, y hasta para el comportamiento e incorporación de su particular conducta, se puedan reivindicar ni elevar, como tampoco enaltecer, como un pensamiento; lo que requiere un profundo y complejo proceso de sistemática elaboración, que pasa repetidas veces por un movimiento continuo de lo sensorial a lo abstracto, y por los más diversos procesos de raciocinio, discernimiento y discriminación, lo que no es condición para que cualquier cosa se pueda trasmitir como enseñanza.

Este es el caso del gato que enseña a sus crías a cazar ratones. Las aves, guiadas por el puro instinto de la preservación de la especie, llenan su buche de bichos y sabandijas, como lagartijas, cucarachas y otros alimentos, que llevan al nido donde expulsan, vomitando, todo eso para que los críos lo engullan. Otro Tanto hacen los depredadores, como los lobos, las hienas, las zorras, el león, con sus hijas, sobre todo, a las que enseña a cazar para sobrevivir y le mantengan como un ocioso y vicioso, copulando a las leonas, en tanto ellos cultivan la holgazanería. Todas esas enseñanzas las transmiten en general todas y cada una de las bestias depredadoras y hasta las carroñeras, sin que nadie en su sano juicio pueda ni se atreva a sostener que tales animales poseen un pensamiento. Y es casi exactamente lo que ocurre con el leproso moral, Juan Emilio Bosch Gaviño, de quien nadie puede negar que, efectivamente, según corroboran las actuaciones de sus continuadores y discípulado suyo, les transmitió todas y cada una de las perniciosas mañas, que le trasmitieron sus superiores, y las mismas instancias de la CIA y del Departamento de Estado del imperialismo yanqui.

Se trata de todo un articulado de patrañas, estratagemas, ignominias e infamias, aborrecibles todas, y en que una es más perniciosa que todas, y todas más que cualquiera; pues su acervo de aprendizaje de desechos tóxicos y elucubraciones perniciosas fue enorme, y contó con todos los recursos y medios para plasmar, transmitiendo, aquella letrina inmunda de su saco de inmundicias que era su alma, espíritu y cerebro, a sus discípulos; dejándoles impreso, con sello de alto relieve, la marca indeleble de ser canallas, inescrupulosos, corruptos, desalmados, desvergonzados y huérfanos olímpicamente de todo vestigio de pudor.

El machomary del mata-sanos, y vergüenza como agravio ético-moral, del tal Dr. Terrero, en trance histérico-neurótico, lo que era común en el mismo maestro del leprosismo moral, del traidor y felón, con rango de prototipo o arquetipo, Juan Emilio Bosch Gaviño, afirmando la truculencia absolutista despótica, de que la solución, de la muerte de las parturientas, en el momento de la parición o en el curso de la preñez, es meter preso al médico que la atendió; sin decir cómo ni con qué recursos y garantías, sino al azar, por obra del destino y a mano pelada, ciertamente que el machomary gay del LGBT, Terrero, da con ello muestras de haber asimilado, y bebido hasta el fondo, de la bacinilla de excrementos en que se le suministraron las enseñanzas despóticas, absolutistas, nazi-fascistas, y propias de Soulouque, como de Dessalines, o sea, las enseñanzas espurias y archi-dañinas del boschismo.

Como por igual ocurre con la virago marimacho, Alejandrina Germán, quien, consecuentemente con lo aprendido y tenido como único de índole del conocimiento, dado su grosero iletrismo garrafal, que como parte del protocolo pretende ocultar en unos cínicos lentecitos transparentes en marco de oro montados al aire, reclamando apegarse (como el náufrago de alta mar se aferra a una tabla de la yola que ha naufragado, buscando salvar la vida y sus posibilidades de seguir llevando a cabo sus correrías), a las tales enseñanzas del leproso moral, de una trayectoria de más de 60 largos años como espía pagado de la CIA y del organismo del que surgió ésta, que es la  OSS (Oficina de Servicios Estratégicos) y, a la vez, como agente político, mercenario y a sueldo del Departamento de Estado del mismo imperialismo yanqui.

Y la curiosidad, que tanto atrae, porque tal vez es una ramita del cogito ergo sum de Descartes, la duda, como fuente de conocimiento y la comprensión de los fenómenos, hechos y acontecimientos, se nos hace presente, y nos obliga a recordar que esa Alejandrina Germán, la azarosa y destemplada cara de batata salida de los montes salcedenses, llegada con la jauría de los Germán, que incluye a todos los más prominentes integrantes de la banda de pillos, rufianes y depredadores del Estado, componentes del Estado Mayor de los ghettos villajuanenses, omertá del capo di tutti cappi, Leonel Antonio Reyna, que siendo Secretaria de Educación en el primer desgobierno desgraciado e infame de aquél, sin jamás haberse educado ni reeducado ella; porque atajo de mañas no da educación; recibió al grupo de estudiantes que le hacía ordenados reclamos de reivindicaciones y derechos conculcados, nada menos que con grandes recipientes de “vajo” pestilente inmundo de miaos y excrementos, que fueron lanzados sobre los estudiantes reclamantes; lo que, indudablemente, es un acto supremo de comprobación del tipo de enseñanzas que el leproso moral, Juan Emilio Bosch Gaviño trasmitía e impregnaba en su discipulado, como parte de que dejara de ser el sirviente adocenado y amanerado, que recorría América Latina ensalzando la falacia de la democracia representativa, para convertirse, saliendo del huevo de serpiente, convertido en nazi-fascista que abjuraba de todo cuanto fuera democracia y derechos democráticos, erigiendo como bandera un trapo morado en el que se inscribía: “Cuando oiga la palabra democracia y derechos democráticos, como honestidad, dignidad y honradez, hay que sacar las armas de fuego y los cuchillos, preguntando a cuántos de esos reclamantes hay que matar”.

Pero, siendo tantos los ejemplos vivos de lo que son los discípulos y continuadores del leproso moral, hemos de seguir con la virago marimacho de la vieja azarosa Alejandrina Germán, pero tomando en cuenta que no podemos dejar, sacándoles su comida aparte, a hechos, como el de que usan la Constitución para limpiarse sus traseros, y sus arbitrariedades las rubrican con que están totalmente acordes con la Constitución.

Los machomary, o más exactamente homosexuales y gays, como Abel Martínez y Julio César Valentín, que no tienen escapatoria a nuestros esópicos juicios sobre sus ofensas reiteradas a la moral y a la ética, como herramientaS de la necesidad de una política seria y de principios. Allá vamos, con su ejercicio indiscutible de la aplicación de las enseñanzas, por ellos aprendidas, del leproso moral, Juan Emilio Bosch Gaviño, como eminentes pálidos pelegatos boschistas.

 

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